Siempre lo había dicho. En la próxima vida, quería nacer hombre. Lo pediría a quién fuera, dónde fuera y las veces que hicieran falta. Se convertiría en la peor pesadilla del santo, el dios o el arcángel de turno. No les dejaría dormir o lo que fuese que hacían en sus horas muertas. Lo había decidido. No le daría más vueltas. Era su decisión final y punto. En la próxima vida, necesitaba descansar. Aunque su vida fuera una miserable vida lineal, insustancial o sosa. En la próxima vida sólo quería observar la vida a lo lama. Contemplativamente, vamos.
Y le dio un trago a la botella de agua y siguió amamantando a su bebé. Y bostezó, despeinada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario