Al escucharlo pensó que le estaba tomando el pelo. Cuando él vio cómo ella se sonreía, mostró una gran contrariedad. Cómo podía rechazar semejante proposición, le preguntó a ella. Quizá porque soy demasiado joven; tal vez porque esto no entraba en mis planes; a lo mejor porque seguro va a cambiar mi vida de pe a pa; lo mismo porque no he disfrutado de mi vida en pareja; acaso porque, simplemente, no quiero ser madre todavía... Objetó ella. El enojo de él fue creciendo, pues pensó que dicha negativa –con la que no contaba- podía cambiar el rumbo de la Historia. La miró furibundo. Al final, ella sonrió. Bueno, acepto. Respondió. El arcángel san Gabriel echó a volar tan contento.
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