En la calle, la luz de las farolas aún no había empezado a competir con la del alba. Sólo dos sonidos interrumpían el silencio profundo de una noche sin luna: el zumbido lejano de algunos coches y el llanto de un bebé. En la ventana del 5º A se encendió una luz. Alguien fue arrancado del sueño. Sin pensarlo, se incorporó y se arrimó a la cuna, donde una niña pequeña lloraba iluminada por una luz naranja. Unos brazos alzaron a Lucía, que se volvió a dormir. Su papá miraba hacia la calle, preguntándose si el próximo coche sería el de Ana regresando del turno de noche.
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