Levanta la vista del telar y ahí lo tiene, un Ulises maltrecho y mucho más viejo de lo que ella envejeció.
- ¡Fiel esposa mía! ¡Aquí te encuentro, donde te dejé! Sabré recompensar la espera…
Penélope sigue el trabajo ufana. Sólo le queda un sudario para los 5000. Por las noches, mientras que los románticos pensaban que deshacía todo el trabajo de un duro día, terminaba el sudario y empezaba el siguiente hasta que lo dejaba a la altura del anterior. Hubiese sido tonta de haber malgastado todo ese tiempo. Había calculado que podría vivir de eso lo que le quedaba de vida.
Ahora era ella la que se iba de viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario