Tenía entre sus manos aquel legado que su abuela, mujer trabajadora e incansable, le había dejado diez años atrás.
Abrió el cuaderno desgastado por la humedad de aquella casona, situada a orillas del Mar Menor.
Su mirada danzaba inquietante por aquellas letras redondeadas, inmersas de tanta sabiduría. Allí descansaba su más callado secreto. Hoy, por fin, lograba comprender su mirada perdida por los pasillos de la vida, su sueño ligero en la madrugada, su despertar malhumorado, su interior agreste, sus ansiados deseos de libertad, su lucha constante por conseguir un país de igualdad…
En sus últimas líneas expiraba una ráfaga de optimismo:
Porque ser mujer
es una gran aventura…
Y sin duda una gran
experiencia.
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