Casi pausado contemplo, al niño que fui atreves de los ojos del recuerdo. Recuerdo a mi madre, mujer infatigable y trabajadora, entre ollas y perolas, deberes y zurcidos de ropa. Ella era la heroína de mis historias, la princesa de los cuentos, y en las noches de truenos y tormenta mí protectora. Ahora, estresado por el trabajo y los avatares de la vida, me pregunto ¿cómo? ¿De dónde?, sacaba tantas horas del día, ninguna para ella, y todas dedicadas a su familia. Yo quisiera recompensarla, y calmar su desconsuelo a base de alegrías, ser el héroe de sus historias, el príncipe de las novelas y en las noches de dolor, su ángel protector.
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