-Que no. Yo sí que trabajo mil horas al día en la oficina y por eso cobro, así que no, yo no apoyo la reivindicación esa de remunerar el trabajo doméstico.
Sentenció Carmen justo antes de coger el bolso e irse a casa después de 10 horas en esa angustiosa oficina. Su casa no lo era menos desde que su madre con Alzheimer había ido a vivir allí.
-No puedo más.- Dijo su hermana Alía al verla llegar.- Yo también tengo que trabajar y no puedo hacerme cargo de mamá todas las horas extras que tú echas en el curro. Con esa pasta busca alguien para que la cuide.
-No me las pagan.-Contestó bruscamente Carmen.
-Pues algo habrá que hacer.
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