Finalmente, resultó ser la elegida para el merecido ascenso.
De regreso a casa, se paró en una floristería. Su marido Juan y sus dos hijos la esperaban sentados a la mesa, alrededor del almuerzo humeante. Al verla entrar por la puerta con un ramo de rosas, Juan la miró intrigado.
-Son para ti, maridito. Tu apoyo me ha ayudado a lograrlo.
A la vez que se quitaba el delantal, él se puso en pie y sonriente cogió el ramo. Ambos se fundieron en un abrazo intenso y un largo beso. Los niños se reían y, vergonzosos, se tapaban los ojos con las palmas de sus manos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario