Ella vivía en una casa sin espejos en la calle de las segundas oportunidades. ¡No le gustaba mirarse! Las cuatro paredes blancas y ausentes de vivacidad que la cercaban, teñían el aire de un halo de soporífera nostalgia. Un día decidió salir a ver el mar después de mucho tiempo y por fin la luz crepuscular impactando sobre el agua, reflejó la belleza que reposaba en su corazón.
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