Me sentía mareada y agotada tras trece días en condiciones de ingravidez. La compuerta se abrió lentamente mientras mis ojos se empañaban de lágrimas a medida que comenzaba a ver la superficie lunar.
-Alexandra ¿Algún problema?- Me preguntó el astronauta justo detrás mía, al observarme inmóvil una vez los últimos escalones de la rampa se asentaban en la Luna. Durante años de entrenamiento había soñado una y mil veces como sería ese momento, en ninguno de ellos aparecía yo inmóvil. Unos pocos pasos más y sería la primera mujer en poner los pies en un planeta que no fuése la Tierra. -Ahora, hombres y mujeres han llegado a la Luna-.
Septiembre 2032
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