¿Sabes lo que le respondí? Que podía introducir su repugnante puesto de trabajo en aquel oscuro lugar en el cual descansaban sus posaderas -hablaba enfurecida a mi hermana María- mientras cerraba de un portazo y me marchaba del despacho.
Era la primera vez que me armaba de valor para hacerle frente al ogro de mi superior, y le dejaba las cosas claras. Nada más salir por la puerta, el sol dio de lleno en mis ojos, salpicando su calor en mi rostro, y algo brilló en mi interior con más fuerza al leer el cartel que tenía enfrente en el cual ponía: tú vales mucho más, no te rindas..
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