HERIDAS EN EL ALMA
Vuelvo a oír sus torpes pasos acercándose a la puerta y el sonido de las llaves tintineando ante la cerradura. Ojalá regresara a las oscuras calles, las farolas de tenue luz y los bares en los que ahoga su miedo mientras nos destroza la vida.
No es así.
Entonces echo a correr. El largo pasillo se me antoja interminable y creo que su inmensa mano aferra mi delgado hombro. Pero eres tú, mamá. Es tu cálido abrazo dándome protección y amor. Y una lágrima cae sobre mi trenza dorada.
-¿Lloras, mamá? -pregunto asustada.
-No, mi vida. -me respondes con una caricia.
Y mañana volverás al trabajo con una sonrisa en la cara y una herida más en el alma.
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