martes, 25 de marzo de 2014
Estirpe
Mamá no conoció a otro hombre, él siempre la respeto, pedía permiso
hasta para mirarla: escucha a hurtadillas en los quicios de las puertas a
su madre y a sus tías desde muy pequeña. El cuerpo es ancho y ajeno, tú
deber es protegerlo: oirá cada vez que salga a la calle, como si todos
los peligros se dibujaran en su carne. Pero ella hoy prefiere sentirse
exploradora a guerrera de sí misma: conoció la sal en la piel y lo
trémulo entre sus piernas. Consciente de una tradición de la que se
considera huérfana, se proclama indigna y genuina, aunque intuye que en
todas las que la precedieron habita aún alguna sabiduría.
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2014,
Danielle Orlando,
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