Con la calma de una edad diferente, buscaba frases que rellenasen aquel vacío con algo agradable.
Solo había incomodidad.
Del hombre que nos había aterrorizado poco quedaba. Mi madre fue su ancla, él la nave, apenas rompió la cadena, se fue a la deriva.
Si hubiese sabido que era la última tarde que veía a mi madre con vida, habría dilatado aquella jornada hasta convertirla en un momento casi eterno.
Pero ella ya no estaba.
Lloré junto a mi padre. Nuestras lágrimas tenían temperaturas distintas pero formaban la misma mancha.
Por un instante, aquel viejo abrió los ojos y me miraron con una luz que nunca habían tenido. Querían decir muchas cosas.
Yo no sabía si deseaba conocerlas.
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