Aprendió a nadar antes
que a andar. Siempre estuvo a gusto en el líquido elemento, tanto, que cuando
creció, decidió hacerse socorrista.
Aunque era la mejor, no
ganaba lo mismo que sus compañeros, pero como le gustaba mucho su trabajo,
nunca protestó.
Un día de mar furioso, se
lanzó al agua heroicamente para rescatar a una persona que curiosamente, había
sido la encargada de establecer los sueldos de los socorristas. Cuando éste
supo que le había salvado la vida una mujer, se dio cuenta de la injusticia tan
grande que había cometido. Dejó su cargo avergonzado, no sin antes equiparar
los sueldos de hombres y mujeres, entendiendo al fin que ambos eran igualmente
válidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario