Eva se dirige hacia la sala de reuniones con un nudo en el
estómago, ninguna de las técnicas de relajación que sabe le ha ayudado hasta el
momento. Entra y mira a su alrededor: corbata, corbata, corbata… Esto va a ser
más difícil de lo que pensaba –piensa para sí. Sus tacones resuenan en la
habitación mientras se acerca a la única silla vacía en la sala, la que queda
junto al proyector. Conecta su ordenador y comienza con la presentación. A
medida que avanza en la exposición los latidos de su corazón aminoran el ritmo,
empieza a tener la situación bajo control. Al terminar sólo obtiene una
respuesta: el silencio. Eva está sonriendo.
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