Acabó el día cansada, derrotada y
tremendamente triste. El incendio había provocado la muerte de un matrimonio y
la casa había quedado totalmente calcinada. Sin embargo, un sentimiento
contradictorio de orgullo le vino a su mente, pues ella, la primera mujer
bombero de su ciudad, había salvado a dos niños de 7 y 10 años.
Cogió el teléfono con la
intención de llamar a su padre y contarle lo sucedido. Él era un bombero
retirado y siempre le decía que cuando no pudiese levantar una viga y, por su
culpa, alguien muriese, se daría cuenta
de que ser bombero no era un trabajo para una mujer. Pero no llamó, los hechos
ya habían hablado.
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