Mariana tiene setenta años y
hace una semana que se ha quedado viuda. Este fatídico hecho no ha sido otra
cosa que un respiro para ella, que ha pasado media vida a la sombra de su
marido siendo víctima de un continuo maltrato psicológico.
No se ha vestido de negro, algo
muy criticado en el pueblo pero indiferente para ella, que ha decidido empezar
a vivir de verdad y llenar de luz el rostro que estos años atrás se había
apagado.
Ahora se sienta en el bar de la
plaza con Cecilia, la única amiga que conserva, a tomar vermut y reír
recordando anécdotas de cuando eran niñas. Mariana no está de luto porque su
vida acaba de comenzar.
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