Rapunzel preguntó al caballero que gritaba su nombre bajo la ventana:
“¿Qué haces aquí?¿A qué has venido?”
Él, orgulloso y ufano de sí mismo, respondió:
“He venido a salvarte desde un reino muy lejano. Te llevaré allí y nos casaremos, y seremos muy felices criando a nuestros hijos.”
Rapunzel, entre la indignación y la risa por lo que acababa de escuchar, le expuso muy claramente:
“Yo no necesito que nadie me salve, mi pelo está creciendo y con él construiré una cuerda para salir por mis propios medios, y en cuanto a lo de vivir lejos, casarme y tener hijos...¡será si yo quiero!”
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