Gustavo llora desconsoladamente.
Está soltero y se acaba de enterar que está embarazado. De la madre de la
criatura que lleva en sus entrañas solo tiene un recuerdo: unos vaqueros raídos
y sucios que encontró una mañana en el pasillo de su casa.
Gustavo
llora porque no sabe qué decirle a sus padres, a sus hermanos, a sus amigos… Le
preocupa su trabajo y piensa que no dirá nada, que ya se encargará de avisar su
barriga. Le angustia pensar cómo criar a un niño estando solo, sin ningún tipo
de experiencia, sin quererlo.
Pero
puede, y lo cría. Un niño que nació de su padre. Porque su padre es su madre…
¿Puede un niño ser más afortunado?
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