Ahora que tengo dos hijas que pronto dejarán de ser niñas, comprendo las palabras que tantas veces me repitió mi madre a escondidas de mi padre: Hijo, a mí me educaron mal, en la creencia de que, por ser mujer, debía conformarme con ocupar un lugar secundario en la vida. Era la educación de la época y con ella crecimos tu padre y yo pero algún día tendrás hijas y querrás que lleguen tan lejos como su capacidad les lleve. Recuerda entonces a tu madre y no dejes que los prejuicios de antaño les perjudiquen. Hazlo por ellas.
Y por ellas, y porque las quiero, les recuerdo con frecuencia que pueden llegar tan lejos como cualquier hombre.
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