Ocúpate de tu casa y de tu futuro marido, decía su abuela.
Hazte peluquera que siempre tienen trabajo, le recordaba su madre. Métete a
camarera, que siempre habrá alguien que ahogue sus penas en un bar, murmuraba
su tío. No entrenes para competir porque el deporte femenino está olvidado en
este país, importunaba su padre. Pero Ana nunca hizo caso a las opiniones de
los demás y formó la suya propia: Conviértete en lo que ames y hazles cambiar
de parecer. Tras muchos años y esfuerzo, a base de bisturí y desfibrilador,
consiguió hacer de la medicina su vida y realizar una cirugía radical a las
mentes aun ancladas en el pasado que la rodeaban.
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