Elisa siempre pensó que detrás de cada gran hombre no había
una gran mujer, sino que ambos se complementaban en la misma medida, que nadie
tiene que estar por delante de otro y menos cuando el criterio distintivo es un
cromosoma. Que las mujeres pueden enfermar igual que los hombres, y que de
hecho, han estado siglos sufriendo las dolencias de una enfermedad crónica y
degenerativa como es la discriminación, el machismo. Aun así se han repuesto, y
quizás las fuerzas que han tomado para superar las barreras impuestas son las
que las hacen perfectamente competentes, y por qué no, incluso mejor preparadas
para según qué funciones en la sociedad. Para todos es igual, respetar.
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