-“[…]Efectivamente,
sus condiciones laborales se han resentido tras la fusión. Pero ambos conocemos
el valor de un trabajo fijo hoy en día[…]”
Ella le sostenía la mirada que él ocultaba
tras las gafas de sol, absurdas en la penumbra del Despacho.
-“Además,
entre tú y yo, ¿A dónde va a ir una mujer sola, con hijos en paro y cincuenta años? Anda, no hagas tonterías”.
La mujer consideró la contundencia de los
argumentos.
Y girando 180 grados sobre su tacón izquierdo,
salió del palacete.
Sin titubeos. Sin mirar atrás. Sin
indemnización. Sin derecho a paro.
El tímido sol invernal le parecía
insólitamente brillante. Lo era; casi tanto como la amplia sonrisa que
resplandecía en su rostro y en su corazón.
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