Cubierta de hollín, se sentó a descansar sobre la única superficie seca del tejado.
-“Este trabajo no es para una mujer”, gritó, otra vez, su compañero.
Los dos eran “hijos de la crisis”: él tenía cincuenta y ocho años, era ingeniero y acaba de ser despedido. Ella era una flamante arquitecta que ya no tenía nada que construir.
Se conocían de la época de la burbuja inmobiliaria que disfrutó/sufrió nuestro país en los últimos años y juntos tuvieron la romántica idea de convertirse en los deshollinadores del siglo XXI.
-“Si no fuera por mi estatura, agilidad y delicadeza de mujer”, le contestó sonriendo por la ocurrencia de pensar que SU COMPAÑERO AGUANTARÍA LAS MISMAS ESTRECHECES QUE PAPÁ NOEL EN NOCHEBUENA.
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