Todas las mañanas, aquella lozana mujer acudía a la plaza, con sus auriculares, en busca de algún "tajo" para "ganarse el día". Entre los jornaleros, destacaba sin quererlo por su hermosura y valía. Su historia, conocida por sus compañeros que la respetaban y apoyaban, se resumía con pocas palabras: huérfana desde niña, sin familia, sola se quedó. Un pobre ciego del lugar, la acogió, sin tener apenas para comer él.
Esa mañana María -tal era su nombre-, repentinamente dio un brinco al tiempo que salía corriendo gritando.
El cupón con el que su benefactor la obsequiaba cada día, había sido premiado con el gordo.
Abrió y gobernó una gran Empresa, que dio trabajo y prosperidad a todo el pueblo.
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