Desde que dejo el trabajo en aquel
periódico, hacía poco más de un año, se dedicaba a jornada completa a ella. Uno
de los dos tenía que hacerlo. El maravilloso motivo se llamaba Eva. Ahí entre
sus brazos sentía una dicha inigualable. Podía estar horas y horas así
acompasando su respiración con la suya.
Simplemente mirándola, sintiéndola, envolviéndola y acurrucándola con su amor.
¡Qué maravillosa sensación! Oyó la puerta que se abría. El bebé dio un ligero
respingo y abrió un momento los ojos sintiendo la presencia que llegaba. - Es
mamá - le dijo suavemente - que ya ha terminado de trabajar.
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